miércoles, 29 de marzo de 2017

NO ME ENTIENDEN.

Me llegó la ansiedad y mi familia, amigos, conocidos no entendían lo que me pasaba. Comencé a poner miles de excusas para todo como en un intento de ganar tiempo, a ver si mientras tanto conseguía aclararme y sobre todo encontrar una solución. Los demás no entendían qué me pasaba ¡pero es que yo tampoco! Y en cambio sí que les exigía que me entendieran. Así transcurrieron varios años. Llegó un momento en el que pasé de dar o inventar explicaciones y sencillamente guardar silencio. Y en ese guardar también me quedé dentro el reproche hacia los demás de que no me entendiesen. Eso me hacía daño. Con el tiempo comprendí que era injusto por mi parte recriminarles nada. Si ni yo mismo era capaz de entenderme... ¿qué hacía exigiéndoselo a los demás? No era justo. Aunque en el fondo mi exigencia era un grito de ayuda.
Los demás no es que fuesen tontos. No es que fuesen malos. No querían hacerme daño. Es que NO PODÍAN entenderme. Es que no lo veían. Hay situaciones en la vida que sólo puedes entenderlas si pasas por ellas. Y la ansiedad tiene mucho de eso. Tampoco es justo decir que sólo los que hemos pasado por esto somos capaces de entenderlo, ya que no podemos generalizar. Hay personas y profesionales que sí tienen esa capacidad y ello igualmente hay que reconocerlo. Ciertamente hay otras que no son tan abiertas, pero incluso ello tampoco es culpa suya pues nadie no entiende a otra persona de manera intencionada. Al igual que nosotros no somos culpables de no entender otras situaciones que otras personas sí entienden... a los demás les ocurre lo mismo.
¿Que nos gustaría que nos entendiesen? ¡Por supuesto! Todo ser humano que lo pasa mal desea que quienes tiene a su alrededor lo apoyen de la mejor manera posible. Pero si ése no es tu caso, al igual que fue el mio, lo único que nos libera de ése sufrimiento en concreto es la comprensión. Así que en el fondo no es cuestión de culpar, recriminar o exigir, pues ello a lo único que nos conduce es a almacenar más tensión. Es cuestión de COMPRENDER. La comprensión siempre nos lleva a la paz, que es precisamente lo que más necesitamos cuando tenemos ansiedad.
Te mando un inmenso abrazo.

lunes, 27 de marzo de 2017

CONFIANZA PARA SALIR ADELANTE.

La experiencia me dice que uno de los ejes centrales sobre el que gira la ansiedad es la FALTA DE CONFIANZA EN LA VIDA. Por eso tenemos miedo, porque instintivamente tratamos de protegernos de aquello que no confiamos. Sé que cuenta verlo cuando estamos en medio de ella, tardé bastantes años en darme cuenta.
Nos marchamos al futuro porque no nos fiamos de qué nos pueda traer, cuando en verdad toooodo está transcurriendo en el presente. Éso en el fondo es huir de nuestra vida ya que ésta siempre transcurre en el aquí y en el ahora. Nos preocupamos de lo que pueda pasar mientras desatendemos lo que está pasando. Por ello sufrimos en nuestro presente, porque no nos estamos ocupando de él. No estamos EN él ¿Quién no va a tener miedo imaginándose el peor de los futuros? ¡TODO EL MUNDO!

En esa desconfianza hacia lo que nos pueda traer la vida, llenamos nuestro presente de escudos y murallas para protegernos de lo que imaginamos. Como si se tratara de esa ciudad medieval a la que llegaran rumores de que iba a ser atacada. Pasan los días, las semanas, los meses... y el ataque no llega ¿Te imaginas a esa población? Siempre en los puestos de guardia, sin salir, sin cultivar, sin recoger agua fresca, sin relacionarse con otras ciudades, sin poder prosperar... por si "¿y si se produce el ataque?" Y mientras tanto en tooodo ese tiempo realmente no hubo peligro externo alguno, podían haber vivido en paz, de hecho lo estaban. Esa población sufre por sus defensas, no por un enemigo. Lo único que les está atacando es su propio estado de alerta mantenido en el tiempo.
Pues bien, con la ansiedad nos ocurre lo mismo. Lo que nos hace sufrir no es el "enemigo" de la vida, son toooodas esas defensas que construimos, es ese permanente estado de alerta el que nos dificulta el día a día. Nunca hemos de perder de vista que buena parte de la vida es lo que nosotros hagamos con ella, nuestra propia forma de desenvolvernos en ella. Cierto es que hay factores que no dependen de nosotros, pero ante ello... ¿de verdad vale la pena vivir amurallados? ¿Acaso el precio no es demasiado alto? Es altísimo, pues AL PROTEGERNOS DE LA VIDA LO ÚNICO QUE ESTAMOS HACIENDO ES PERDÉRNOSLA.
Sentado en un peñón junto al mar, meditando, poco a poco fui asomándome fuera de la muralla... y descubrí que verdaderamente no había motivo para haber levantado semejante muro. Al darme cuenta de eso... las piedras fueron cayéndose conforme iba adentrándome en la vida. Sé que una de las primeras cosas que nos dicen cuando tenemos ansiedad, es que no hay motivo para tener miedo. Y éso lo sabemos. Pero lo sabemos como dato, no como certeza. Se trata sólo de un conocimiento que habita en la cabeza, pero la garganta, pecho, estómago y vientre te dicen otra cosa. Por ello hay que salir de la muralla una y otra vez, una y otra vez, hasta que el resto de nuestro cuerpo se alinee.
Salir de la muralla no es tanto valentía, es CONFIANZA. ¿Y cómo se aprende a confiar? CONFIANDO. De la misma manera que a nadar se aprende nadando, metiéndote en el agua. No es sencillo, lo sé. Pero la experiencia me dice que es el camino más seguro y directo. Del miedo se sale a través del propio miedo. Atravesándolo. Y para recorrer ese camino, no hace falta realizar grandes heroicidades, sino ir avanzando poquito a poco toooodos los días. Sé que muchos de esos días nos falta empuje, pero párate a observar cómo al otro lado del miedo... estás tú mismo, pues en el fondo estás esperándote. Así que...

¡VE A TU ENCUENTRO!


 

viernes, 17 de marzo de 2017

¿ES MÁS FÁCIL VIVIR CON MIEDO QUE AFRONTARLO?

Cuando se lleva un tiempo con ansiedad, llega un momento en el que llegamos a plantearnos "¿Qué hago? ¿Vivir con miedo o afrontarlo?" Los dos caminos nos resultan complicados, pues ahí sentimos que estamos eligiendo entre sufrir por un camino y sufrir por el otro. Es decir, nos vemos como obligados a elegir entre sufrir y sufrir. Ello hace que precisamente nos quedemos inmóviles en muchos momentos, con lo cual en el fondo sin querer elegimos lo aparentemente más fácil: permanecer en el miedo buscando el alivio inmediato. Pero en ello, en esa encrucijada, lo que realmente deseamos es que no tengamos que transitar por ninguno de los dos caminos. Que el miedo desaparezca sin ni tan siquiera tener que elegir quedándonos en un "Yo lo que quiero es vivir tranquilo".  Pero observa cómo desde esa plataforma en la que nos situamos sufrimos más, precisamente porque el miedo no nos deja tranquilos.
Ante todo ello sólo nos queda una salida, aceptar que el miedo está ahí, que lo sentimos. Que está en nuestra vidas. No me estoy refiriendo en este paso a aceptar los síntomas del miedo, sino asumir que tenemos miedo, que está presente en muchos momentos de nuestro día. Que por muy fuertes que nos creamos o fuéramos antes de la ansiedad,... TENEMOS MIEDO  "¿Pero cómo voy a tener yo miedo? ¿Cómo puede estar esto pasándome a mi?" solía decirme. Tuve que rendirme ante la más pura evidencia: sí, lo tengo. Rendirme no en el sentido catastrofista de tirar la toalla, sino en el sentido de RECONOCER la realidad.
Personalmente me costó años dar ese paso debido a la imagen de fortaleza que tenía ante mi mismo y ante los demás. Pero ahí se me abrió otra decisión: defender mi imagen huyendo del miedo o reconocer que lo sentía. Darme cuenta de que para salir de la ansiedad tenía que soltar la imagen que durante tanto tiempo y esfuerzo había dedicado a mantener fue un época dura. Pero el propio hecho de soltarla también me daba miedo porque... "si yo no iba a ser eso... ¿qué o quién soy yo?" Con lo cual entré en una especie de crisis de identidad. Recuerdo que esa etapa fue especialmente difícil, pues veía que para salir del miedo tenía que dejar ir una parte de lo que hasta ése momento había sido o creía ser: una imagen.
¿Cómo lo hice? Dándome cuenta de lo absurdo de mantener ese personaje, esa máscara ¿Cómo? Observando cuánto de mi vida había destinado a llevarla puesta, cuánto dolor y sufrimiento me había ocasionado tanto empeño por mi parte en representarla ¿De verdad valía la pena? ¿Siiii? ¿De verdad? Logré soltar aquel personaje cuando lo sentí como inútil a mi bienestar. Percibí dentro de mi que las efímeras satisfacciones que podía darme, en nada compensaba el sufrimiento que tenía que "pagar" a cambio. Cuando de manera sentida me di cuenta verdaderamente de ello, no es que soltara la máscara, sino que se me fue cayendo sola poco a poco. Y en ese proceso descubrí algo importante. Que la pregunta "¿quién soy si no soy eso?" no tenía sentido, pues siempre y en todo momento "SOMOS". El ser humano ya "ES", independientemente de la imagen con la que nos identifiquemos o queramos dar. Y que por lo tanto, no necesitamos esa imagen para ser feliz, todo lo contrario, es el mantenerla lo que nos hace infelices.
Volvamos a la pregunta inicial "¿qué es más fácil vivir con miedo o afrontarlo? La experiencia y el observar mi sentir hizo que cambiara de cuestión a otra que describía mejor lo que realmente pasaba dentro de mi ¿Qué era más fácil vivir con máscara o sin ella? En ese punto también estuve bastante tiempo. Pero cuando llegas a darte cuenta de que es la máscara quien nos hace infelices... ya no hay pregunta, no hay duda, HAY CERTEZA. En ese momento el personaje se nos va cayendo. Y al no andar defendiendo algo ficticio, dejamos de temer de que los demás se den cuenta de que la imagen que mostrábamos era una mentira. Por que es éso lo que realmente nos da miedo, que los demás se den cuenta de que lo que les estábamos mostrando era una mentira. Que el "yo fuerte, resolutivo, capaz, audaz, perfeccionista, inteligente, creativo, ..." TIENE MIEDO. Con lo cual la ansiedad vino a humanizarme y por lo tanto a mostrarme tal y como era.
¿Y sabes? Es muy curioso. Cuando no andas por la vida defendiendo, protegiendo, atrincherado,... es entonces cuando puedes caminar por ella. Que es la propia defensa la que nos hace sufrir. Y ahí te das cuenta de que la pregunta "¿quién soy?" carece de sentido (al menos inicialmente) porque de lo que se trata es de saber quién no soy, qué personajes estoy representando, pues conforme vamos disolviéndolos... el SER brota por si mismo.  Nuestra esencia no necesita de una etiqueta que lo defina pues "YA ES" y siempre lo será.

domingo, 12 de marzo de 2017

¿POR QUÉ ME FIJO MÁS EN LO NEGATIVO QUE EN LO POSITIVO?

Independientemente de que se tenga ansiedad o no, a muchísimas personas les ocurre, estamos más pendientes de lo negativo que de lo positivo. Prestamos más atención a todo lo que nos pudiera ocasionar un daño que a aquellos aspectos que son beneficiosos. Es como si tuviésemos unas "gafas mentales" que filtraran la realidad que vemos, pendientes de los peligros tanto físicos como emocionales. De esa manera no podemos descansar, pues permanecemos en un estado de alerta y de desconfianza ante uno mismo y ante la vida.
Pero ¿por qué nos ocurre eso? Hemos de tener en cuenta algo muy básico. El ser humano, desde la prehistoria hasta no hace mucho, ha sido un "animal depredable". Es decir, había otros animales en este planeta que nos podía comer o hacer daño. Por lo que nuestro principal objetivo durante millones de años, al igual que el resto de las especies, ha sido LA SUPERVIVENCIA.  Así que nuestro cuerpo y cerebro se encuentran perfectamente diseñados para tal tarea. Hoy en día, el ser humano como especie, ha conseguido dominar al resto de animales, así que nuestras aspiraciones han girado a lograr el bienestar y la felicidad. Pero en cambio, hemos heredado un cerebro diseñado para la supervivencia, orientado más hacia el estado de alerta que al del bienestar.  Por eso existe, entre otras razones, cierta tendencia a focalizarnos más en las situaciones negativas que en las positivas, ya que las negativas están más asociadas al peligro. Nuestro sistema de alerta está muy desarrollado y no podemos desactivarlo de forma voluntaria ya que se trata de un acto reflejo. Cierto es que en nuestros días no solemos andar pendientes de si nos come un cocodrilo por la calle, pero hay otro tipo de situaciones que las identificamos igualmente como peligrosas. Por ejemplo, si los demás me rechazan, me veo fuera del grupo lo cual instintivamente lo tenemos asociado igualmente a la supervivencia, ya que el grupo protege. Por lo que seguimos atentos y en actitud de predicción de cualquier peligro físico, emocional o social, no vaya a ser que nos pase algo.
Ante todo ello pareciese que estuviésemos condenados biológicamente a permanecer en estado de alerta. Pero ni mucho menos es así. Prueba de ello es que multitud de terapias psicológicas y la práctica del Mindfulness han demostrado revertir esa tendencia así como las influencias educacionales, vivenciales y culturales que la refuerzan.
Así que cuando te juzgas como una persona negativa, date cuenta de que no es culpa tuya. De que viniste a este mundo con un cerebro que posee un mecanismo de alerta muy engrasado, además de la influencia de tu trayectoria familiar, ambiental y vital. Por lo que ese juicio no es justo. No es adecuado. No es real. No a lugar. Pues tú no elegiste tener miedo ni estar todo el día pendiente de cosas negativas. Detente. Párate el tiempo que necesites (horas, días, semanas) hasta poder SENTIR TU INOCENCIA. No es culpa tuya. Y en el fondo no lo es de nadie. Tú y todos tenemos el gran anhelo de ser felices y fíjate cómo toooodo lo que has hecho en esta vida ha sido buscando esa felicidad. Detente. Observa tu inocencia. Y desde esa plataforma date cuenta de que dispones de más energía para ir centrándote en las soluciones, no en el problema. Es decir, OCÚPATE, NO TE PRE-OCUPES. Ocúpate buscando un buen psicólogo que te ayude, un buen maestro de Mindfulness, practicando deporte, hobbies, ordenando y limpiando tu casa, haciendo todo aquello que te haga bien... HOY. Sí, hoy. Pues el presente es el único momento del que dispones para cuidarte y darte aquello que te aporte un beneficio.
OCÚPATE HOY DE TI pues el hecho de que te pre-ocupes no quiere decir que estés haciendo algo bueno por ti ni por los tuyos. Ocupándote de ti te irás dando cuenta de que la vida y tú tenéis más cosas positivas que negativas. Una buena práctica que también nos ayuda a tomar conciencia de ello, es la de realizar un balance al final del día. Antes de acostarte, pon en un platillo de la balanza, aquellos buenos actos que hiciste por ti y por los demás que simbolizaremos con piedras blancas. Ducharme, ponerme guapo/a, ordenar mi cuarto, prepararme una comida sana, llamar al psicólogo, practicar deporte, hobbies, practicar relajación, Mindfulness, ayudar o cuidar a un familiar, consolar o hacer reír a alguien, estudiar, leer un buen libro que enriquezca, pedirle perdón o darle las gracias a esa persona,... todo eso son piedras blancas. Sé objetivo y repasa tu día momento a momento detectando todos aquellos buenos actos. En el otro platillo ponemos las piedras negras, aquellos actos que no benefició ni a nosotros ni a los demás. Si eres objetivo, te darás cuenta de cómo la balanza se inclina hacia las blancas. Y si no lo hace, OCÚPATE instante a instante a lo largo del día de que lo haga, en lugar de estar preocupado de que lo esté hacia las negras. De esa manera, ocupándote, al llegar la noche podrás sentirte orgulloso de ti, irás adquiriendo confianza y conciencia de la capacidad que tienes para ir transformando tu vida. Y para que las piedras blancas sean más, no hace falta hacer grandes heroicidades, no se trata de eso. Se trata de un gota a gota, de ir haciendo simple y llanamente lo que toca en cada momento, centrándote así también en el aquí y en el ahora.

OCÚPATE DE TU PRESENTE

Y SOLTARÁS

LA PRE-OCUPACIÓN POR EL FUTURO.