lunes, 23 de diciembre de 2013

CAMBIAR PARA SALIR DE LA ANSIEDAD

Muchos de vosotros me habéis preguntado "¿la ansiedad te cambió? La respuesta es... SÍ. Para mi superar la ansiedad, fue ante todo pasar por un proceso en el que, precisamente para salir de ella, debía volver a encontrarme conmigo mismo. O quizás mejor dicho, debía encontrarme por primera vez.  Recuperar mi vida fue un dejar atrás una forma de pensar, de concebir la vida, de percibir a los demás e inclusive a mi mismo.  Por lo que salir de la ansiedad fue un cuestionarme prácticamente todo, que lo que era válido en mi... poco a poco te das cuenta que ha dejado de serlo. Un volver a empezar. Desechar un montón de esquemas mentales que ni tan siquiera sabía que tenía. Yo ni era consciente de mi propio ego, no sabía hasta qué punto y de qué forma tan refinada me importaba la opinión de los demás.  No era consciente de lo perfeccionista que era ni a cuántos campos de mi vida llegaba todo ello.
Con el tiempo comprendí que siendo de aquella manera... inevitablemente estaba abocado a ella, pues mi organismo ya no podía soportar más la autopresión a la que me estaba sometiendo. La ansiedad fue para mi la forma que tuvo mi cuerpo/mente de decirme... "¡Basta! No puedes seguir más por ese camino".  Y creedme, me resistí mucho a asumir todo ello.  En mis años de no aceptar la ansiedad, en el fondo lo que había era una resistencia a cambiar de forma de ser.  Tampoco sabía qué era lo que tenía que cambiar ni hacia dónde dirigirme. Era la época en la que pasé por los filos más duros de la ansiedad.
Aún no sé muy bien cómo, me dirigí hacia el único lugar donde aún no había buscado la solución.  Me dirigí hacia mi interior.  Quizás fue por pura necesidad, ya que no había nada en el exterior que me quitara aquello de encima.
La ansiedad "me venció".  No podía salir de la ansiedad con los mismos esquemas mentales con los que había entrado en ella. No tuve más remedio que detenerme... y escucharla. No sus síntomas... sino lo que había tras ella. No sus sensaciones... sino lo que me quería decir.  Me daba miedo ese reinventarme, ese no saber hacia dónde ir o qué hacer conmigo mismo.  Pero pronto descubrí que no había motivo para temer, pues en el propio caminar... por añadidura... te vas encontrando lo que necesitas en cada momento.  ¡Cuánta verdad hay en las palabras de Machado! "Caminante no hay camino, se hace camino al andar". Como ya sabéis, me subí a un peñón junto al mar... largas tardes pasé allí subido... con más de una lágrima y demasiadas preguntas sin contestar... hasta que finalmente quedó en mi el silencio.  Fue a partir de ahí cuando empecé a escuchar mi interior.  Esa "voz" que siempre había estado enmudecida por el vaivén de los acontecimientos y por las autoexigencia que los demás me habían dicho que debía tener. Esa "voz" que al final te hace entender que, cuando dejas de hacer preguntas (el silencio interior)... es cuando encuentras las respuestas.  Donde te das cuenta que nunca hubo necesidad de tanto esfuerzo ni lucha... y menos contra uno mismo.   Fue un dejarme en paz... un dejarme estar... un sentir profundo, cálido y sereno... donde todo se aquieta y a la vez todo fluye. Un permitir que todo mi ser "se pose"... para al fin así poder reconocerme.
Sí amigo/a,  la ansiedad me cambió.

viernes, 6 de diciembre de 2013

SUPERAR LA ANSIEDAD... ES TAMBIÉN SUPERAR EL EGO.

Existen personas que para salir de la ansiedad necesitan también escapar de su propio ego. Ese fue precisamente mi caso.
No sé muy bien aún cómo, pero empezó a importarme tanto lo que opinaban los demás de mí que comencé a tratar de hacerlo todo perfecto, para que nadie pudiese tener una opinión negativa sobre mi persona.  Esa actitud, esa forma de afrontar la vida la mantuve durante muchos años, por lo que finalmente me identifiqué con mi reputación. Terminé siendo lo que los demás esperaban de mi.  Vivir así era como estar permanentemente en un juicio en el que se jugaba mi bienestar interior. Si los demás me "aplaudían" me sentía bien, si los demás me critican me hundía. Bastaba cualquier desaire de alguien para centrarme en eso... y sufrir. Al final te vuelves "adicto" de esos aplausos que tanto necesitas para tratar de evitar el rechazo. Haces lo que sea necesario para conseguirlos, no sabes vivir sin ellos, sin que los demás te digan lo hábil, capaz, inteligente, agradable o responsable que eres. De esa manera, poco a poco, se fue formando en mi un diálogo interno donde las frases más repetidas eran "tienes que..."  "has de..."  "debes de..." Comenzaron así mismo formarse ideas del tipo "para ser feliz, necesito que los que me rodean me tenga en estima, apruebe todo lo que hago y me traten con simpatía".  Sin querer, sin darme cuenta, había puesto mi felicidad en manos de los demás. Eso fue un error que encandena con otro error, esto es, "la felicidad procede del exterior".
Y como contentar a todo el mundo es imposible, como la perfección siempre es un blanco móvil,... y como el ser humano no está preparado para ese nivel de autoexigencia... me quebré.  Me vino la ansiedad.  Aunque ahora que lo veo desde la distancia que me da el tiempo... es más exacto decir que la ansiedad ya la tenía desde hacía mucho. Pues precisamente vivía ansioso por obte
El ego siempre te dice tres cosas erróneas: "Eres lo que haces" "Eres lo que tienes" "Eres tu reputación". Años tardé en darme cuenta de ello y de cuál recóndito y escondido estaba el origen de mi ansiedad.  En darme cuenta que yo era yo... independientemente de lo que pensaran los demás de mi.  Que no había una ley que dijera que yo tenía que contentar a los demás.  Que mi miedo a que los demás no me aprobasen no era más que miedo a ser yo mismo.
Recuerdo que todo ello llegué a tenerlo en mente durante bastante tiempo, pero no terminaba de cambiar... y por lo tanto mis crisis de ansiedad y mi nerviosismo perpetuo continuaba. No cambiaba porque sentía que era como estar justo al borde de un precipicio y saber que "la cura" era dar un paso más.  Mucho tiempo me quedé allí, sabiendo lo que tenía que hacer pero sin llegar efectivamente hacerlo. Aquello era como un acto de fe, tenía que dar ese paso más... y saber que no me iba a caer.  Por pura necesidad de acabar con el sufrimiento de mi ansiedad... terminé por dar ese paso. Y no me caí.  No te caes.  Al contrario, comienzas a sentirte libre de ser tu mismo, de no tener que demostrar nada a nadie. De sentir que toda esa "energía" que antes destinaba a agradar a los demás, la utilizaba para disfrutar de la vida, en un dejarse fluir donde te das cuenta que tienes fuerza para todo... y a la vez que todo requiere menos esfuerzo.
Se acabó la lucha... precisamente porque te das cuenta que no hay necesidad de enfrentarte a nada.