sábado, 25 de mayo de 2013

SALIR DE LA AGORAFOBIA

La chica del reportaje de TVE que os dejo al final, me ha traído muchos recuerdos.  Ver el escalón de mi casa como una auténtica muralla, es una de las sensaciones más duras que recuerdo de mi ansiedad (junto a la despersonalización).  El proceso de salir de la agorafobia, fue una de las épocas donde aprendí a centrarme en el presente.  Para ello, y para no pensar en el desmayo o en la crisis de pánico cuando salía, enfocaba mi atención en todos y cada uno de los detalles que me encontraba.  Trataba de fijarme en todo, absolutamente en todo.   En el color de las hojas de los árboles, en la chaqueta tan horrible que llevaba aquel señor, en el contenido nuevo del escaparate, en los olores, a qué olía,... en el canto de los pájaros, cuántos tipos de cantos distintos podía identificar,... en los coches y sus ocupantes...   Y MIENTRAS TANTO ANDABA.  Andaba a la vez que regresaba a mis sentidos, la vista, el oído, el olfato.  Centrado en ellos, procuraba ir cada día una esquina más lejos.  Si notaba que me mareaba, respiraba, y trataba de fijarme más... hasta ¡qué sé yo! hasta en las grietas de las losetas de la acera.  Detalles que habitualmente pasan desapercibidos pero que igualmente entran por nuestros sentidos.  Lo cual también me llevó a la conclusión de que las cosas existen para nosotros tanto en cuanto pensamos en ellas.  El caso era no pensar en qué me podía pasar en los próximos cinco minutos, sino estar enfocado en el aquí, ahora, éste momento.
La agorafobia me tuvo encerrado sobre todo un año.  En el cual conseguí salir muy pocas veces y siempre muy cerca de mi casa.  En la calle tenía miedo al mareo, al ataque de pánico y al bochorno de que la gente me viera si me ocurría algo.
Recuerdo que llegó un momento en el que me dije "¿y si me da? bueno, ¿¡pero qué pasa!?", muchos mareos y crisis me habían dado hasta ése momento y aún seguía vivo.  Lo único que me podía ocurrir era más de lo mismo, y total, tampoco estar encerrado en casa hacía que la ansiedad desapareciera. Yo tenía que salir de aquello sí o sí. Fue como una especie de huida hacia delante, serena, sin prisas ni agobios, pero muy constante. De ir cada día siempre una esquina más lejos, centrándome en la gran riqueza de detalles que entraban por mis sentidos y que habitualmente no me fijaba, para así evitar los pensamientos que precisamente ocasionaban mi miedo.
Antes de salir a la calle practicaba la relajación. Éso hacía que saliera con menos ansiedad.  Aquí os dejo una vez más la Técnica de Relajación Muscular de Jacobson:
http://www.ivoox.com/relajacion-muscular-profunda-jacobson-audios-mp3_rf_312801_1.html
Haciéndolo de ésa manera, tardé unos 6 meses en conseguir salir a la calle cada vez que quería, rompiendo así el año de casi reclusión que tuve. Durante bastante tiempo más estuve sintiéndome mal en las salidas... PERO SALÍA.  Muy lentamente los síntomas fueron a menos, hasta que la calle dejó de ser un problema para mi.
De la agorafobia se puede salir, es duro, pero se puede.  Aquí os dejo el reportaje sobre una chica que también lo superó.
Reportaje TVE Agorafobia

domingo, 5 de mayo de 2013

ACEPTAR LA ANSIEDAD.

Posiblemente sea éste el punto más importante de todos, quizás por eso observarás que hablo de él en distintas partes del blog, y por ello lo trato aquí con mayor profundidad.
Yo tardé bastante tiempo en aceptarla, y os puedo asegurar que éso generó un sufrimiento innecesario. Por otra parte, me imagino que todos tenemos que pasar por nuestros propios procesos internos, y que eso lleva tiempo. Aunque estoy convencido de que, aceptar la ansiedad, es el kilómetro cero de toda recuperación.
Muchas veces confundimos la aceptación con otras cosas.  En ocasiones, pensamos que estamos aceptando algo cuando en realidad no es así. Aceptar NO es resignarse. La resignación implica pasividad, abandonarse a la deriva. Y para salir de la ansiedad se necesita una acción serena por el camino adecuado y con las herramientas precisas. Aceptar NO es resistir. Cuando nos resistimos hay tensión, hay una lucha que en sí misma está produciendo más ansiedad. Aceptar no es atrincherarse, apretar los dientes y aguantar. Además, ello provoca un desgaste tremendo, que sólo te lleva al agotamiento. Aceptar NO es ignorar lo que sentimos, pensamos o acontece. De la misma manera que al mirar al cielo, no podemos ignorar las nubes. Queramos o no están ahí. Aunque hay que ser conscientes de que en el cielo, no sólo hay nubes.

Aceptar la ansiedad es una actitud interior. De percibirla sin pasiones, de forma neutra y objetiva. Sin añadiduras. Desmitificándola. Es un no luchar contra uno mismo. Es no verla como un enemigo al que has que batir para salir de ella.
Es no empeñarte en querer dejar de sentir los síntomas inmediatamente. Es asumir que va a estar ahí durante un tiempo indeterminado.
Pero por otro lado, es orientar la energía que se estaba utilizando en la lucha en centrarse en las soluciones, no en los síntomas. Aplicando de forma constante aquellas técnicas y estrategias que ayudan a controlarla y a que disminuyan paulatinamente los síntomas. Sé por experiencia que es muy fácil decirlo y difícil llevarlo a la práctica, pero también sé que es muy necesario hacerlo.
Además de todo ello, personalmente también me ayudó el aceptarla cuando comprendí en su totalidad qué la originó, entonces la vi como una consecuencia lógica. La comprensión siempre es liberadora.