lunes, 13 de febrero de 2017

LAS ENSEÑANZAS DE LA VIDA

Observa tu trayectoria vital desde tu infancia hasta la actualidad. Observa cómo cada acontecimiento, cada suceso y persona han estado enseñándote. Cómo te mostró algo de ti mismo o de la vida y que no sabías. Puede que ya no recuerdes muchas de esas situaciones, incluso que carezcan de importancia hoy en día, pero lo que sí quedó en ti fue lo que ésas situaciones te hicieron crecer como persona. Por lo que al fin y al cabo... los sucesos carece de importancia, lo verdaderamente trascendente es QUÉ ES LO QUE NOS ENSEÑA. La situación vivida es sólo el medio a través del cual crecemos. Y ése crecimiento es lo que perdura en nosotros el resto de la vida. Es como cuando leemos un libro que nos aporta algo positivo, las hojas de papel y la tinta que hay impresa en ellas no es lo importante, sino lo que ésas palabras te dijeron de forma íntima y personal.
Por todo ello carece de sentido preocuparnos por tal o cual situación, lo más sabio es ocuparnos de ella con apertura hacia qué es lo que ha de enseñarnos. De esa manera dejaremos de resistirnos a la vida, a sus enseñanzas y a nuestro propio crecimiento vital. Solemos afrontar los acontecimientos con miedo por el "qué pasará" o "qué me pasará". Y al final, al cabo del tiempo, descubrimos que lo único que pasó es que ésa situación trató de mostrarnos algo. Por lo que si nos situamos en las enseñanzas de la vida, vamos a favor de ella, no contra ella. Vamos a favor nuestra, no contra nuestra propia evolución.
Ese miedo al "qué pasará" o "qué nos pasará" nos hace atrincherarnos, quedarnos estáticos, a no dar pasos. Quedarnos encerrados en una situación por miedo a no ser capaces de afrontar lo que nos viene a continuación en la vida. Ante ello la vida, que es una gran pedagoga, nos repite la misma lección una y otra vez, trayéndonos siempre la misma situación. Como ese maestro de escuela que cuando el alumno no entiende una lección, con una paciencia infinita se la vuelve a repetir. Es por ello que cuando notamos que en la vida siempre se nos repite lo mismo... la pregunta a plantearse es ¿qué no estoy aprendiendo de éso que siempre se repite? ¿Qué es lo que me quiere decir una y otra vez la misma situación?
Aprender de los acontecimientos de la vida se nos hace duro tanto en cuanto nos resistimos al cambio, llegando en ocasiones a sufrir enormemente por ello. Y de lo que no nos damos cuenta, es que no podremos aprender lo que nos quiere decir la vida mientras estemos situados en la resistencia, pues estamos tan ocupados defendiéndonos de nuestro propio sentir que nos nos queda capacidad para nada más.
Pero hay una actitud que si poco a poco vamos cultivándola, nos ayuda a realizar ese tránsito de la resistencia a la apertura: ¿CÓMO PODRÍA VIVIR ESTA ETAPA DE MI VIDA DESDE LA SABIDURÍA? ¿CÓMO PODRÍA APROVECHARLA A MI FAVOR? Cada uno ha de encontrar en su interior sus propias respuestas. Mi respuesta, por si a alguien puede ayudarle, es poniendo el foco en lo que la vida ha de mostrarme y no en rechazar el miedo. Sé que no es fácil no poner el foco en el miedo, lo sé por propia experiencia personal. Que se trata de todo un proceso que necesita de mucha práctica. Pero la experiencia también me dice que ése aprender a no poner el foco en rechazar el miedo, es precisamente otra de las lecciones de la vida. Y que ésta nos la trae una y otra vez hasta que aprendamos a desdramatizar el propio miedo. Que cada vez que lo sentimos, la vida nos está ofreciendo una nueva oportunidad para que aprendamos hacerlo ¿Y cómo desdramatizar el miedo? Dándote cuenta de que se trata sólo de una emoción que cuanto más la rechaces más fuerte se hará. Y para llegar ahí has de ir hacia aquellas situaciones donde sientes el miedo, cuantas veces sean necesarias, hasta darte precisamente cuenta de ello.  Pero no ir hacia ellas con la intención de que el miedo se marche, pues ello sería una forma implícita de lucha, sino con la intención de apreHender aquello que necesitas para continuar creciendo y haciendo tu vida.

lunes, 6 de febrero de 2017

LO QUE EL CUERPO NOS QUIERE DECIR.

Nos llega la ansiedad y de pronto comenzamos a sentir en el cuerpo un sin fin de síntomas y sensaciones que hasta entonces, no sabíamos ni que se podían sentir. Es como si de buenas a primeras, nuestro organismo no parara de llamar nuestra atención.
Algo que me quedó claro tras mi paso por la ansiedad, es que nada nos ocurre para nuestro mal, que detrás de cuanto nos acontece siempre hay una intención positiva de la vida, de Dios, destino, Universo,... como queráis llamarlo. Años más tarde descubrí, que incluso, en cualquier decisión que tomemos (sea acertada o no) igualmente siempre hay detrás una intención positiva. Jamás actuamos para equivocarnos ni para hacernos daño. Nada ocurre para nuestro mal, aunque en el momento así lo sintamos, pero todo tiene su para qué y siempre es positivo.
Ante todo ello podríamos preguntarnos ¿qué de positivo trata de decirnos el organismo a través de los síntomas? Responder a esa pregunta implica reconocer una "sabiduría corporal" que trata de comunicarnos algo. Creer esto último no es de descabellados, ya que hay técnicas aplicadas en terapia como es el Focusing, donde precisamente se tiene acceso de manera directa a esa sabiduría corporal. Así que hacernos esa pregunta es quizás una de las más acertadas que podemos hacernos ¿Y cómo podemos saber ese mensaje positivo? Una de las maneras es preguntarnos ¿A qué me está obligando mi cuerpo a través de la ansiedad? A mi me obligó a detenerme, ya que llevaba un ritmo de vida que eso sí que era una locura. Me obligó a mirar hacia mis adentros, allí donde no quería mirar. Me obligó a cuidarme, hacer deporte, escuchar mis necesidades, dedicarme tiempo, cuidados,... cosa que jamás había hecho. Me obligó a replantearme cuál era el sentido de mi vida, ya que hasta entonces seguía al pie de la letra las directrices marcadas por la sociedad sin pararme a tomar conciencia de qué era lo que realmente deseaba. Me llevó a tenerme en estima, ya que siempre había hecho lo que los demás esperaban de mi.
Esto último también podemos llevarlo a los síntomas, como si cada uno de ellos tuviera un mensaje implícito ¿A qué me obliga una taquicardia? A detenerme, a desacelerar, a situarme en la calma ¿Y un mareo? A centrarme, a tomar un rumbo ¿Y la desrealización/despersonalización? A entrar en la realidad o en mi mismo ¿Y la tensión alta? A dejar de tensionarme ¿Y la agorafobia? A que no podemos estar más tiempo recluidos de la vida ¿Y la cascada de pensamientos negativos? A comprobar una y otra vez que ninguno es cierto y que por lo tanto no hemos de identificarnos con ellos, no tomárnoslo tan en serio. Si yo en mi vida me hubiese detenido, desacelerado, situado en la calma, me hubiese centrado y tomar un rumbo adecuado a mi persona, entrado en la realidad y en mi mismo, no recluirme de la vida, no creído mis pensamientos,... ¿hubiese tenido ansiedad? Tengo cristalino que no la hubiese tenido. Tuvo que llegar la ansiedad y toda su batería de síntomas para que me diese cuenta de lo que no estaba haciendo por mi. Y no pude enterarme de qué es lo que me querían decir hasta que no dejé de rechazarlos. Estaba tan ocupado combatiéndolos que no tenía capacidad para atenderlos y escucharlos realmente.
Si por ejemplo yo tengo hipocondría ahí a lo que me está "obligando" es a estar pendiente de mi. A prestarme atención, tiempo, cuidados,... Que es precisamente de lo que adolecemos. Es decir, ese dirigir nuestra atención hacia nosotros, es lo que habitualmente no hacemos en nuestra vida. Por supuesto no estoy diciendo que debamos hacerlo desde el miedo, sino desde un sentido mucho más amplio. Es como preguntar a nuestro cuerpo  ¿QUÉ ES LO QUE AÚN NO HE HECHO POR TI?  O ¿QUÉ ES LO QUE AÚN NO HE HECHO POR MI? Y observa cómo en tu vida no te atiendes, no cubres tus necesidades de descanso, esparcimiento, alimentación, de regulación del sueño,... Cómo no te escuchas, no tienes en consideración tus deseos, lo que precisas, antepones la opinión de los demás a tu persona,...  Cómo prefieres llevar razón a ser feliz. Cómo tu orgullo no te hace plantearte que la causa de tu sufrimiento, pueda estar precisamente en ese orgullo. Cómo no te quieres, aprecias y actúas en función del valor que tienes. Y observa cómo todo ello te llena de tensión que el cuerpo se ve obligado a expulsar en forma de síntomas.
La ansiedad no vino a fastidiarme la vida, aunque así lo creí durante años. Vino a decirme lo que no era capaz de escuchar de otra manera, para poder continuar con mi vida.